Glosario

El glosario de no dulidad orgánica, tal como lo entendemos desde Trika, es una selección de términos y expresiones que nos invita a explorar una visión integradora del ser humano, el cosmos y la conciencia, creando un espacio donde estas dimensiones esenciales se entrelazan y conversan. Este compendio se propone desvelar, paso a paso, nuestra mirada de la realidad como un todo cohesionado, brindando una guía hacia una percepción amplia y unificada.

Abordar la complejidad de una realidad alternativa a las concepciones sociales predominantes —ya sean mecanicistas, espiritualistas, lógico-formales o lineales— requiere una metodología que evite la simplificación. Por ello, optamos por una estrategia fractal en la cual cada término y concepto utilizado se concibe como una pieza de un rompecabezas mayor, intentando reflejar y construir hacia esa coherencia integral. Este enfoque busca liberarse de las limitaciones impuestas por las preconcepciones del lector, aspirando a revelar, mediante la paciencia y apertura en la exploración de cada entrada, la esencia de una totalidad que trasciende la suma de sus partes. Esta comprensión, al igual que el conocimiento ancestral y genuino, se alcanza a través de una intuición que es simultáneamente intelectual y corpórea, revelándose de forma instantánea y completa.

De manera que, desafiando la tendencia hacia el reduccionismo promovidos por las dinámicas de poder dominantes, este glosario no busca conformarse con la simplificación. Más bien, se compromete a preservar la riqueza y profundidad del lenguaje como vehículo para una auténtica comprensión y vivencia de nuestra conexión con nosotros mismos, el otro y el todo.

Amor sexual

Se dice del vínculo basado tanto en el amor como en la sexualidad, tanto en el deseo, la excitación y en el orgasmo como en la afectividad, la ternura y los cuidados.
Nadie lo dice. Sigue proscrito. No está bien visto hablar de amor sexual. De amor sí. De sexualidad sí. Pero de amor sexual no.
Históricamente, el amor sexual se ha escindido. Para arriba se ha fragmentado como amor. Para abajo se ha separado como sexo. Nos pasamos 2500 años hablando de un amor alejado del sexo, mistificado: el amor platónico, el amor cristiano, el amor cortesano, el amor romántico, el amor espiritualista. Además ahora llevamos 50 años hablando y practicando un sexo sin amor. Técnico, productivo, competitivo, mecánico. Hay cursos de sexualidad. Manuales.
Una vida basada en un amor sin sexo es mistificación, negación de las propias necesidades y deseos, a veces hablan de sublimación cuando en realidad es represión. El sexo sin amor es objetivización del otro y del propio cuerpo, mecanización, mercantilización, desvalorización y profanación. También se estila vivir ambas cosas por separado. Con alguien tengo amor, amistad. Con las amigas, con los amigos. Y con alguien practico sexo. Sólo sexo. Nada serio.
Hemos escindido aquello que nos creó, el amor sexual. El acto de amar sexualmente entre un hombre y una mujer nos engendró. El mismo acto del nacimiento es también en cierto sentido un acto profundamente amoroso y sexual, pues supone que el nuevo ser humano para nacer debe atravesar literalmente la vagina de su madre.
Está claro que cuando tenemos la experiencia fundamental del amor sexual podemos prolongar este amor más allá de nuestra/s pareja/s afectivosexual/es. Podemos cultivar el amor por otros seres humanos y también sentir compasión por seres con los que no tenemos un vínculo recíproco directo. Pero sin esa experiencia sexoafectiva central, toda expresión de amor o compasión queda mistificada, carente de esa experiencia que le da el brillo y el color que le son propios.
El miedo más grande que tenemos los humanos así como estamos, en nuestro estado actual de desconexión de nuestra esencia, de nuestra humanidad, es a amar y ser amados. En particular a amar y ser amados por una o más parejas afectivosexuales.
El amor sexual está en el principio y el centro de la vida. Recuperemos su unión como amor sexual, sexo amoroso o como se llame para unificarlo de nuevo. Devolvámoslo al centro de nuestras prioridades también. Reivindiquémoslo. Démosle su tiempo, su centralidad en nuestras prioridades. Aprendamos de él. Compartamos experiencias. Centrémonos y pongamos nuestra energía en él como hacemos con todo aquello que tenemos claro que necesitamos y nos hace bien, como pueden ser una forma de ganarse la vida, una casa y comida.

Ascetismo-hedonismo

En el espectro de las propuestas de vida, encontramos en un extremo el ascetismo, caracterizado por la renuncia y disciplina en busca de un propósito, y en el otro, el hedonismo, que aboga por la entrega a los placeres y deseos. Sin embargo, proponemos un enfoque inspirado en el tantra no dual, que va más allá de esta dicotomía y nos invita a una comprensión más orgánica y sensata de nuestra existencia.

Desde esta visión, aceptamos que nada es inherentemente puro o impuro, sagrado o profano. Estas categorías solo reflejan juicios y divisiones en nuestra mente separada. Abrazamos tanto los momentos de entrega a los placeres, como disfrutar de un banquete o revolcarnos en el fango, como aquellos de contención y limpieza, entendiendo que todas estas experiencias contribuyen a nuestro camino de conciencia.

El deseo, visto no como una simple ambición egótica sino como una energía que conecta los seres y objetos del universo, actúa como una fuerza creadora de vida y galaxias. Al seguir este deseo no egótico, nos abrimos a la magia y la maravilla de la existencia.

A diferencia de visiones como el budismo o el advaita, que consideran la realidad como una ilusión, afirmamos que todo es real y constituye el combustible para el fuego de la conciencia. En la cotidianidad se encuentran las lecciones y oportunidades para expandir nuestra percepción, sin la necesidad de recurrir a cursos o guías espirituales externos.

Este enfoque nos invita a vivir plenamente, reconociendo la sacralidad en lo mundano y encontrando profundidad en la simplicidad de nuestra existencia diaria.

Bioenergética

A menudo nos preguntan: «¿Qué es eso con un nombre tan peculiar llamado bioenergética integrativa? ¿Qué es la bio? ¿Es una filosofía, una forma de vida? ¿Acaso es una nueva corriente new age o una terapia alternativa más?» La respuesta es clara: rotundamente no. No se trata de añadir una nueva técnica terapéutica, ideología, secta o dogma a la larga lista de lo ya existente. Entonces, ¿de qué se trata? ¿Cuál es la verdadera invitación?

La propuesta es sencilla y profunda a la vez: reconocer un impulso, una curiosidad, o incluso una pasión, que a menudo surge en las personas cuando reconectan con su cuerpo, sus sentimientos y su corazón. Es un proceso de reconstruir una inteligencia que trasciende una mente separada y neurótica, una conciencia que nace de la experiencia vivida, no de las ideologías. Se trata de despertar el deseo de descubrir y recuperar nuestra verdadera esencia, y desplegarla en la vida de manera individual y colectiva.

Entender la bioenergética solo como una terapia es reducirla a uno de sus aspectos más visibles. En realidad, la bioenergética, o bioenergía, es la energía creativa del universo, la energía vital (prana, qi, orgón, como se prefiera llamarla), que concentra los impulsos formativos y constructivos del cosmos. Esta bioenergía, en su manifestación natural, es la fuerza que crea los planetas, las estrellas y las galaxias. Una expresión particular de esta energía es toda forma de vida biológica, desde un organismo unicelular hasta la complejidad de la vida humana.

La bioenergética es el despliegue de esa corriente de energía vital, y, por extensión, para nosotros, es el conocimiento, el cuidado y el reaprendizaje de cómo sumergirnos en esa corriente de vida de la que, social e históricamente, nos hemos desconectado.

Bonsai con síndrome de Estocolmo

La imagen de un bonsái sirve como una poderosa metáfora de cómo el despliegue natural de nuestro ser ha sido artificialmente frenado. Nos hemos conformado con ser versiones miniaturizadas de lo que realmente podríamos ser: árboles majestuosos con raíces profundas y ramas que se extienden hacia el cielo. Inicialmente, este confinamiento es impuesto por fuerzas externas, un sistema desconectado; sin embargo, con el tiempo, adoptamos este papel restrictivo internamente, encarcelándonos a nosotros mismos mediante el acorazamiento.

En efecto, el acorazamiento nos ha llevado a un estado de cautiverio autoimpuesto, donde hemos perdido la llave de nuestra propia liberación. Este estado no solo nos restringe, sino que, irónicamente, nos hace defender las mismas barreras que nos constriñen. Vivimos, en muchos aspectos, como un bonsái con síndrome de Estocolmo, habiendo olvidado nuestra verdadera naturaleza y potencial, y confundiendo nuestras limitaciones con nuestra identidad.

Esta condición de vida reducida tiene profundas implicaciones. Aspectos fundamentales de nuestra existencia, tales como el movimiento, la sensación, la energía, la emoción, el deseo, el contacto, la sensualidad, la sexualidad y el amor, han sido reprimidos o tergiversados. Lo que es natural y esencial para nosotros se ha etiquetado como dañino o se ha idealizado hasta el punto de ser inalcanzable.

Sin embargo, es crucial recordar que es posible reconectar con nuestra esencia salvajemente humana. Nuestros encuentros y prácticas son testimonio de esta posibilidad, demostrando que podemos liberarnos de las cadenas del acorazamiento y experimentar la vida en su máxima expresión. La liberación de nuestro potencial reprimido no solo es deseable sino esencial para vivir de manera plena y auténtica.

Invitamos a cada uno a cuestionar las estructuras defensivas que han construido alrededor de su ser. A reconocer que, aunque estas estructuras se crearon inicialmente para protegernos, ahora sirven como barreras que nos separan de nuestra verdadera naturaleza y de una vida vivida plenamente. Proponemos redescubrir y abrazar nuestra naturaleza intrínseca, permitiéndonos crecer y florecer en toda nuestra magnificencia, más allá de las limitaciones autoimpuestas.

Recordemos: Nuestra verdadera esencia es tan vasta y majestuosa como la de cualquier árbol en su entorno natural. Es hora de liberarnos del síndrome de Estocolmo que nos ata a una existencia diminuta y restringida, y volver a experimentar la riqueza y plenitud de nuestra naturaleza salvajemente humana.

Chakra 1: Muladhara o chakra raíz

Si hay una cosa que hemos aprendido a lo largo de estos años de explorar lo humano a través del cuerpo, la energía y la conciencia es lo bien que nos vienen paladas de las grandes de tierra, lo que conocemos en bioenergética por enraizar, ejercitar el primer chakra, la base, la raíz, los fundamentos. Es la base del sostén que necesitamos para concretar, materializar, actuar y por tanto crear y manifestar aquello que deseamos, anhelamos o necesitamos.

Se trata de fortalecer, sí, pero ojo, con la tendencia que tenemos en esta sociedad de hacer rígidas las estructuras debemos al mismo tiempo flexibilizar y permitir que fluya la energía por el cuerpo y en particular por toda la parte corporal más relacionada con el primer chakra, es decir los pies, las piernas y la zona baja de la pelvis y la cadera, por tanto incluye ano y genitales. La fortaleza del abajo, fuerte como un roble pero también flexible como un bambú, es la base de una disponibilidad ante la vida y que más que tratar de abrirnos y desbloquear corazas desde una idea, simplemente suceda esta capacidad de estar presente, ágiles y espontáneos ante lo que sucede en la vida, pero desde la calma, desde el corazón.

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Chakra 2: Svadhisthana o chakra sacro

Desplegar el movimiento vital, el placer, la sensualidad, la alegría de existir, el goce de compartir es transgresor y revolucionario en un mundo sostenido por el sufrimiento y el trabajo (del latín «tripalium», un instrumento de tortura). Pero ojo con el placer compulsivo, la superficialidad y el hedonismo reactivo frente esa sociedad del sacrificio: la sensación es que son más de lo mismo en el otro polo. Dar profundidad y compromiso a los vínculos que surgen del deseo y la pasión, no sólo en el terreno de lo afectivo y sexual, si no en tantas posibilidades creativas que nos ofrece la vida es conectar con nuestro segundo centro, también negado por la sociedad capitalista patriarcal. El segundo chakra es creatividad y vínculo. También potencia de vida. Volver a vincularnos, volver a crear, desde nuestro centro bajo, uterino, creador de creadores.

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Civilizado, civilización

Se dice del humano o de la cultura asociados al desarrollo de las ciudades y de un modo de vida artificial y desconectada de la naturaleza.
La ideología dominante da un valor positivo a este término en oposición a salvaje, porque entiende que es lo que permite el progreso y la evolución del ser humano, sin darse cuenta de que es la misma separación y dominación de la naturaleza lo que nos aleja de nuestra propia naturaleza y esencia. Se suele asociar civilización y progreso con todo desarrollo de la cultura, el conocimiento y el arte, sin comprender que todo ello es fruto del propio despliegue natural del ser humano y no necesariamente de la civilización. En realidad la gran mayoría de este desarrollo, eso sí, está impregnado profundamente de esta desconexión de ambas naturalezas citadas, lo cual imprime a este mismo desarrollo un carácter desconectado.
Antónimo: salvaje.

Coraza

Es una armadura de espinas. Cuando contactamos desde la inconsciencia tarde o temprano surge el sentirse atacado y el responder huyendo o atacando. Un camino de corazón es reconocer esas heridas y esas espinas en la estructura de mi propio organismo y comprender que cuando nos encontramos con otro ser humano es natural y sano que surja esa sensación de que parece que el otro me ataca aunque no lo esté haciendo. En realidad allí se abre una real oportunidad de transformación si detrás de esa sensación de «mi sentir», muchas veces tomado como nueva ideología absoluta, comprendo esa herida y esa reacción, y me quedo para sentir el amor que hay detrás. Lo complejo es que el viaje del otro es similar y a veces no hay tiempo de que ambos se enteren del amor o tengan la capacidad de sostener la situación. Un clásico.

Corporización

Corporización
Es el proceso por el cual el ser humano regresa a su propio cuerpo, lo habita, se encarna, es cuerpo. No se trata sólo de tener o no conciencia corporal, sino estar o no estar en el cuerpo, habitarlo o no. Tras miles de años de viaje colectivo en sentido opuesto, alejándonos de la naturaleza física, energética, sensible y sensual de nosotros mismos, a través del movimiento, el contacto, la sensibilidad y tomar conciencia del propio cuerpo vamos poco a poco regresando a nosotros mismos, nos reintegramos como organismo psicosomático que ya no vive como separados la mente y el cuerpo. Qué regalo conectar con el sentir del cuerpo, corporizarse, volver a la vida.
Por nuestra experiencia reconectar con el movimiento del cuerpo y recuperar su sensibilidad y presencia desarrollan una escucha interna y externa que nos permiten gozar más de la vida y que ésta cada vez tenga más sentido. Vamos reconociendo que la sensación de aislamiento del individuo o de la vida como lugar de lucha constante es sólo una tensión del cuerpo y la mente, una rigidez interna que frena la vida alrededor. De este modo abrimos otra posibilidad del organismo, más fluida, sensible y perceptiva, lo cual nos va abriendo a un vínculo más cercano con el mundo, a recuperar la fluidez natural del cuerpo, la mente y la vida.

Disimular o ser transparente

Siempre tendrás más éxito social o bien afectivo sexual si disimulas, si haces como que no te interesa, como que vas sobrado, como que tu interés es puramente espiritual, intelectual. En realidad mejor que parezca que no hay interés en absoluto, que sólo pasaba por aquí por casualidad. Tanto daño ha hecho en la sensibilidad humana el frío cálculo de interés con lo que todo se hace por dinero, poder, reconocimiento, en fin, por egoísmo, que mostrar genuino deseo o curiosidad asusta, da la sensación de querer aprovecharse. Por eso es mucho más efectivo que parezca, disimular, aunque ello alimente en uno y en otro, y en los vínculos, la manipulación y la neurosis. En efecto, en la sociedad del espectáculo no conviene ser honesto, franco, directo. Sin embargo moverse desde esa inocencia transparente sin filtros es la única manera de empezar a ser coherente y de crear vínculos auténticos.

Domesticado, domesticación

Se dice del animal que ha pasado tanto tiempo en cautiverio que ha olvidado su carácter de animal salvaje y libre.
La educación que recibimos nos capacita para vivir dentro de este sistema social pero nos destruye como seres vivos, animales, mamíferos y humanos. Ese es el precio que pagamos por nuestra adaptación: la libertad y dejar de vivir de acuerdo a nuestra naturaleza y esencia.
Sinónimos y analogías: domado, dominado, sometido, desnaturalizado.
Antónimo: salvaje.

Glosario

El diccionario de no dualidad orgánica es un listado de términos o expresiones que nos trazan una cartografía de esta mirada integradora del ser humano, el cosmos y la conciencia. Es una manera de explicar esta visión de conjunto de la realidad. También podemos decir que sirve como mapa general de lo que llamamos bioenergética integrativa, aunque aquí habrá algunos matices en algunos términos con el contenido o la visión que tienen otros compañeros con quienes compartimos la denominación de bioenergética integrativa como enfoque general.

Es imposible acercarnos a una totalidad coherente diferente a la concepción social habitual (mecanicista o espiritualista, lógico formal, lineal) desde la totalidad directamente, por eso esta aproximación fractal desde los diferentes términos y conceptos que empleamos puede ser una aproximación que no esté forzada a adaptarse a la mente y las proyecciones de quienes supuestamente leen este material, si no que directamente trata de expresar esa nueva totalidad coherente desde partes o fractales directamente coherentes con esa totalidad, con la esperanza de que si se tiene la suficiente paciencia y apertura, con la lectura e integración de las diferentes entradas, poco a poco se irá pescando esta totalidad que, en realidad, sólo puede captarse como totalidad una y diferente, como todo conocimiento ancestral y auténtico se daba, por intuición intelectual-corporal total e instantánea. A veces, también, como puede observarse en la frase anterior, esa exposición no podrá expresarse en frases cortas y sencillas, tal como la ideología del lenguaje que el poder usa para someternos impone por todos lados.

No dual, no dualidad

Muchos nos preguntan ¿qué significa no dual?, ¿qué es la dualidad y qué la no-dualidad? Hay una diferencia que parece sutil y esconde las dos grandes actitudes y por tanto formas de vivir, pensar y actuar de la humanidad desde el inicio de los tiempos.

Para la actitud no dual, el principio de polaridad comprende que la vida es movimiento y que este movimiento es cambio y transformación constante que se genera por la diferencia de carga, de potencial, entre el polo positivo y el negativo, como ocurre en una batería. No hay opuestos, sino complementarios, interdependientes, mutuamente generadores.

En cambio, para la actitud dual, esta polaridad se convierte en dualidad, en oposición, en lucha, en juicio de valor: uno de los dos polos es bueno, el otro malo. En este último caso es un atributo completamente humano (mental) que se asigna a lo que es un principio esencial de la vida, de la existencia, del universo.

La actitud dual escinde la unidad y paraliza la dinámica de la vida al elegir como buena una sola de las dos polaridades, dejando la otra relegada a ocupar el papel de mala. La actitud no dual integra ambas polaridades como necesarias para la dinámica natural de la vida.

Para las actitudes y visiones no duales, el universo en su conjunto y cada una de las cosas que lo componen siguen dos principios fundamentales de la vida y la existencia, el de la unidad y el de la polaridad.

Según el principio de la unidad todo es uno. No hay separación. Todo está profundamente conectado con todo. Hay unidad en la totalidad de la existencia. Hay continuidad, interconexión e interdependencia entre todos los niveles de la existencia. En cada parte está contenido el todo. Como es arriba es abajo. Todo lo que está aquí está en otra parte.

Según el principio de polaridad cualquier unidad está creada por una dinámica interna de dos polaridades. Todo fue creado en su origen y es generado en cada instante por la interacción de los dos principios fundamentales: los principios femenino y masculino, negativo y positivo. Toda materia, toda vida, está constituida y creada indisociablemente por ambos principios.

No hay día sin noche, ni noche sin día; en la noche está contenido el día, y en el día la noche, tal como representa el símbolo yin-yang. Pasa lo mismo con cualquier otra polaridad: cada polo implica su complementario. Nada existe sin su otro polo, que es a la vez su contrario, su complementario, su principio. Cada ser es uno y bipolar al mismo tiempo. Nada existe que no tenga ambos polos incorporados en su interior. Es decir cualquier cosa, cualquier ser, es la unión y está constituido al mismo tiempo por una relación particular de las polaridades femenina y masculina, pero también de todas las otras polaridades que existen: oscuridad-luz, seco-húmedo, belleza-fealdad, puro-impuro…

Por otro lado, cada polaridad tiene en su otro polo a su germen, su generatriz. Además, cada cosa, cada ser, se relaciona como yin o como yang con otras cosas, otros seres, según su propio equilibrio femenino-masculino. Los principios femenino y masculino no son términos absolutos, sino relativos. Por ejemplo, si vemos la sombra que proyecta un vaso de agua en una habitación iluminada con varias luces veremos que hay muchas sombras de distinta intensidad unas al lado de las otras. Las más oscuras son femeninas según la tradición y las más claras son masculinas. Sin embargo una sombra cualquiera puede ser femenina con respecto a otra más clara, pero masculina con respecto a otra más oscura. Son por tanto realidades relativas y no absolutas.
Algunos prefieren hablar de dualidad para referirse al principio de polaridad (no dual), y en cambio para referirse a la actitud separadora hablan de dualismo (dual). Para trazar una línea de claridad más nítida, nosotros hablamos de polaridad para el principio universal (no dual), y de dualidad o dualismo (dual) para hablar de la actitud separadora, dual, dualista, dualizante.

Atónimos: dual, dualidad

Orgánico

Reconectar con lo orgánico y natural no se propone como una nueva corriente ideológica, sino como una orientación interna hacia la construcción de un ser humano y un mundo coherente con nuestra esencia. Lo «orgánico» se entiende aquí como el puente hacia nuestra naturaleza más auténtica, aquella donde la sabiduría innata de la vida aguarda ser explorada y sentida.

Nuestro viaje comienza al reencontrarnos con nuestro cuerpo, no solo como una entidad física, sino como el hogar de nuestras sensaciones y percepciones más profundas. Este reencuentro nos invita a redescubrir un mapa vital donde la claridad emerge desde un sentir que trasciende lo puramente mental.

Es crucial, sin embargo, no erigir este nuevo descubrimiento sensorial en un absoluto, evitando repetir el error de haber ensalzado la mente como la única guía. Debemos reconocer que el condicionamiento de nuestros cuerpos y emociones ha avanzado en paralelo al de nuestras mentes, fruto de siglos de adoctrinamiento orientado a moldearnos en caricaturas funcionales para el sistema —trabajadores, soldados, madres, padres— sacrificando nuestra verdadera naturaleza: seres sensibles, conectados, amorosos, sexuales, jubilosos, tribales, mágicos, cósmicos…

El redescubrimiento de nuestra autenticidad se presenta entonces como un viaje de reconocimiento, cuestionamiento y reconstrucción, fundamentado en la conciencia emergente de actuar desde nuestra coherencia interna.

Antónimo: Acorazado. mecánico.

Plaga emocional

Wilhelm Reich introdujo el término «plaga emocional» para describir una condición profundamente arraigada en nuestra sociedad, que se ha expandido hasta alcanzar proporciones pandémicas. Esta patología, extendida y por lo general inconsciente, gobierna nuestras vidas sin que siquiera lo notemos, manifestándose en una hiperactivación crónica del sistema nervioso simpático. Esta condición nos sumerge en un estado permanente de estrés y miedo, distorsionando nuestros sentidos y minando nuestra capacidad para la empatía y la conexión humana.

Este acorazamiento no solo nos vuelve más egoístas e individualistas, sino que también alimenta estructuras sociales autoritarias, patriarcales y capitalistas, reflejando así el acorazamiento del carácter en términos biológicos, bioenergéticos; la neurosis en lo psicológico; y la alienación en lo sociológico.

Es vital reconocer que la «plaga emocional» puede manifestarse tanto en episodios agudos que cualquiera puede experimentar, como en estados crónicos que convierten a algunos en disciplinadores de los demás. Reconocer y abordar esta pandemia emocional es el primer paso hacia la sanación individual y colectiva, desafiando las estructuras opresivas que perpetúan el acorazamiento y buscando caminos hacia una sociedad más consciente y conectada.

Represión sexual

«Las perturbaciones psíquicas son el resultado del caos sexual originado por la naturaleza de nuestra sociedad. Durante miles de años ese caos ha tenido como función el sometimiento de las personas a las condiciones (sociales) existentes, en otras palabras, internalizar la mecanización externa de la vida. Sirve el propósito de obtener el anclaje psíquico de una civilización mecanicista y autoritaria, haciendo perder a los individuos la confianza en sí mismos.
Las energías vitales, en circunstancias naturales, se regulan espontáneamente, sin ayuda de un deber o una moralidad compulsivos, los cuales indican con seguridad la existencia de tendencias antisociales. La conducta antisocial surge de pulsiones secundarias que deben su existencia a la supresión de la sexualidad natural.
El individuo educado en una atmósfera de negación de la vida y del sexo contrae angustia de placer (miedo a la excitación placentera), que se manifiesta fisiológicamente en espasmos musculares crónicos. Esa angustia de placer es el terreno sobre el cual el individuo recrea las ideologías negadoras de la vida que son la base de las dictaduras.»
– Wilhelm Reich: La función del orgasmo, 1927

Salvaje

Se dice del animal libre y que vive su propia vida.
Para el ser humano, volver a ser salvaje es despojarse de esa domesticación y recuperar su naturaleza cósmica, ecológica, viva, animal, mamífera y humana. En efecto, es a todos los niveles que se produce la ruptura con nuestra naturaleza cuando somos domesticados, y necesariamente es a todos los niveles que tenemos que recuperar nuestra naturaleza para que este regreso sea auténtico e integral.

A veces se entiende salvaje sólo en el sentido de lo animal e instintivo, y es sinónimo de bruto, bestial. Sin embargo a nuestro modo de ver, al representar todo lo que hemos reprimido de nosotros, todo lo que en nosotros suena a animal, a mamífero, a sensible, a vivo. Todo lo que se conecta con la naturaleza no domesticada, no sometida. Al representar no sólo lo bruto sino también lo sensible, lo sutil. Cuando reconectamos con lo salvaje no sólo reconectamos con la fuerza indómita, sino con toda la sensibilidad, la sensualidad, la sexualidad, el gozo y, por tanto, con toda vida en nosotros. Y al reconectar con todo esto, simbolizado tradicionalmente con lo de abajo, la tierra, también reconectamos directamente con lo de arriba, el cielo, lo «divino» o «sagrado». Por tanto reconectar con lo salvaje es abrir la puerta a reconectar con todo lo más amplio y más profundo que también somos.

Antónimos: domesticado, domesticación, sometido, civilizado, civilización.

Sensibilidad

Por nuestra experiencia despertar la sensibilidad del cuerpo es básico para ir recuperando nuestra capacidad de percepción directa interna y externa, lo que nos permite guiarnos en la vida con recursos más amplios y adecuados de los que posee la mente separada desde la que solemos funcionar. Sin embargo, esta capacidad natural de sentir ha sido distorsionada y cuando la recuperamos encontramos un mar de contradicciones internas, tanto con respecto a la propia mente como entre sensaciones, emociones y sentimientos internos contradictorios entre sí. Es como si el despertar del cuerpo y su sensibilidad abriera una caja de pandora de confusión más que clarificarnos. Debemos decir que esta complejidad es inevitable en un primer momento del proceso y que el camino de crear coherencia entre cuerpo, mente y corazón es un proceso de vida, a nuestro entender tan largo como necesario, hacia reconectar con nuestra humanidad perdida.

Por un lado, el simple despertar de esta sensibilidad va permitiendo la comunicación entre los distintos aspectos de uno mismo, y este diálogo interno va produciendo, experiencia tras experiencia, toma de conciencia tras toma de conciencia, una ligazón interna que poco a poco logra integración y reunificación, tanto entre el sentir y el pensar como entre pensamiento y acción.

Sin embargo, por otro lado sentimos que sólo recuperando la memoria colectiva que hay inscrita en los cuerpos y las conciencias, es decir sólo a través de la comprensión que puede proporcionar una aproximación profunda a la historia de la sensibilidad, podemos empezar a distinguir y a distinguirnos internamente de aquellas emociones y aquellas ideas sobre la vida impuestas a sangre y fuego por el estado. Es sobre todo durante la historia del origen de la sociedad capitalista, desde el final de la edad media hasta nuestros días, que se ha ido construyendo una imagen de ser humano partida en pedazos: cuerpo, mente y alma. Este proceso de división interna humano es el resultado de un largo y generalizado proceso de imposición de formas de vivir, pensar y sentir a través de violencias e ideologías bien precisas.

Volver a ser salvajemente humano

Cuando decimos «volver a ser salvajemente humano» como frase principal del Posgrado en Bioenergética Integrativa del área de No Dualidad Orgánica, en primer lugar decimos «volver» porque queremos señalar que ya hemos estado allí, y que sólo se trata de regresar, de recordar, de reconocer aquello que ya somos.
Cuando usamos «salvajemente» como adjetivo estamos en realidad simplemente potenciando el sustantivo, «humano». Queremos decir volver a «ser» muy, pero que muy, extraordinariamente, «humano». Y de pasada introducimos lo de salvaje, pues según nuestra visión la negación de nuestra naturaleza salvaje, vida, animal, mamífera, libre y no domesticada, no civilizada, es el camino de la recuperación de nuestra naturaleza y nuestra esencia: humana, salvaje y muchas cosas más.
Vamos ahora con lo de «salvaje», que es lo que suele llamar más la atención porque tanto la cultura, como muchas espiritualidades, como la civilización y casi todas las concepciones de evolución del ser humano se han desmarcado siempre de lo salvaje y animal. No queremos decir volver a ser salvaje en el sentido peyorativo del término, como convencionalmente ha sido usado, sino al contrario. Tampoco nos referimos exclusivamente a una reconexión con nuestra naturaleza animal, mamífera, corporal, sensible, todo ello asociado con lo de abajo, con lo «bajo» y por tanto según esa concepción malo, feo, sucio… que han sido los conceptos rechazados por la cultura puritana civilizada, y en cambio han elogiado los conceptos de arriba, por tanto altos, estilo todo lo divino, «racional»*, civilizado… Esta dualidad entre lo bajo malo y lo alto bueno es propia de la civilización dual y la cuestionamos completamente. En cambio reivindicamos lo vivo, natural, orgánico, y por tanto adecuado (y «bueno» en el sentido etimológico original) tanto de lo de arriba como lo de abajo. Por tanto, cuando decimos salvaje queremos decir reconectar tanto con lo bajo como con lo alto, porque a nuestro entender en realidad hemos perdido la conexión con la magia, lo sutil, lo intuitivo, la conexión directa con los misterios de la vida y la naturaleza y en cambio al separarnos de lo «malo» de abajo en realidad nos hemos separado de lo de abajo pero también de lo de arriba, convirtiéndose eso de arriba nada más que en una abstracción, «Dios», para contactar con el cual, además, necesitaríamos un mediador (el cura y la Iglesia) y una moral o unas normas de conducta externas, pues hemos perdido nuestra escucha y sensibilidad para saber directamente qué es lo «bueno», es decir lo adecuado en cada momento.

*Aquí uso «racional» entre comillas porque lo uso en el sentido convencional, como propio de la «razón», en realidad, mente mecanicista separada. En cambio usamos razón y racional sin comillas en el sentido que lo usa Wilhelm Reich, es decir en el sentido de coherente con el logos, la lógica, de la vida y el universo.

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