«Para mí, Mayéutika es el espacio donde me reencuentro con la esencia de lo que siempre he sido en realidad. Y esto es lindo, porque no es transformarme, sino recuperar algo que soy. Este espacio me ha dado la posibilidad de atravesar las capas de mis personajes que me han impedido ser.»
Entrevista: Ximena Ordóñez Cárdenas
Fotografía: Stephan Vallott
¿Cómo llegaste a Mayéutika?
Conocí Mayéutika porque por recomendación de mi mejor amiga, empecé un proceso personal con Ferran. Al cabo de un año, él me invitó a probar los intensivos ya que consideró que el sostén grupal me podía ayudar a profundizar en mi proceso individual. Recuerdo que el viernes, que era el día en el que se iniciaba el intensivo, sentí mucha pereza y miedo. Decidí no ir. Sin embargo sí fui el sábado y el domingo. La experiencia fue tan bonita, tan distinta y tan emocionante que, bueno, aquí estoy completando ya mi tercer año de formación.
¿Cómo fue para ti esa primera experiencia?
A pesar de que el viernes del intensivo no fui, el sábado decidí coger la moto e ir. Aunque era la primera vez que me encontraba en medio de un trabajo grupal como este, desde el principio me sentí muy acompañado y acogido. Recuerdo como, en una de las ruedas grupales en las que compartimos, le expresé a Vicen y a mis compañeros mis resistencias sobre el lenguaje que allí se utilizaba. Expresarlo me permitió darme cuenta que estaba muy bien acompañado y que estaba en un espacio libre en el que podía expresar, sin ser juzgado, lo que me estaba ocurriendo.
¿Qué te llevó a querer desarrollar el proceso de los ciclos de profundización?
Fue una decisión basada en la confianza. Al probar el primer intensivo me di cuenta que Mayéutika me ofrecía un espacio distinto y nuevo, en el que estaba muy bien acompañado: sostenido. Compartí con gente que reía, otra que lloraba y otra que gritaba; y esto me ayudó a comprender que todo va fluyendo, que todo proceso es un proceso y que estamos allí para compartir un espacio de libertad.
¿Cómo ha sido el camino recorrido con Mayéutika?
Para mí ha sido toda una aventura. Al principio había cosas que no entendía. Lo que he hecho es no preocuparme por ello y darle espacio para permitir que vaya entrando a través de la experiencia. Por ejemplo recuerdo que antes de iniciar los ciclos, alguna vez con Ferran hablamos del camino del alma; y justamente en uno de los últimos intensivos que hemos compartido, sentí lo que era el camino del alma. Por tanto me llevó dos años y medio establecer las conexiones necesarias para poder integrarlo.
¿Cómo ha contribuido la experiencia Mayéutika en tu vida?
Cuando empecé mi trabajo con Ferran, yo tenía una relación íntima con una persona que me decía que había un espacio en mí que era impenetrable. Esto no era la primera vez que, en mis relaciones, me lo decían. Sabía que esto era verdad aunque siempre me defendía diciendo que ni siquiera yo podía entrar en él. Entonces fue un acto de amor por el que quise intentar abrir ese espacio. Me dije: «voy a intentar encontrar por mí mismo ese espacio que niego»; y me di cuenta que iba por la vida con una gran coraza emocional. El trabajo no consistió en explorar el porqué, sino que nos centramos en trabajar, muy lentamente, el cuerpo. Siempre tuve la sensación de libertad de decidir lo que quería hacer y no con la restricción de tener que continuar. Es esa libertad la que me conecta ahora con mi decisión de permanecer, el compromiso con el grupo y el deseo de caminar juntos. Finalmente eres tú y tu compromiso lo que te permite continuar.
¿Qué te has llevado a lo largo de los ciclos de profundización?
Una de las cosas es parar la mente en todas sus facetas y darme cuenta que el intelecto no es la única vía. Para mí al principio esto era complicado. Soy muy racional y rápidamente comprendí que Mayéutika es un espacio que te permite aprender desde otro lugar, desde la experiencia. Otra cosa es la experiencia del contacto. Antes, el permitirme tocar otros cuerpos, en espacios que no fueran los de la intimidad, tendía a evitarlo. Ha sido todo un aprendizaje permitirme pasar por ahí, y ahora digo pues vívelo y ya está. Aunque aún es una conquista, poco a poco he ido abriéndome cada vez más. También he ganado voz. Eso fue una de las primeras cosas que noté. Antes tendía a dejarme llevar por la idea del «buen niño» y me di cuenta que, realmente, no tenía voz propia. ¡Ostras! ¡Ahora tengo voz! Es una voz que abre posibilidades a todo. Tengo la sensación de ser, existir y estar.
¿Cómo ha contribuido Mayéutika en tu proceso y conocimiento personal?
El proceso con Mayéutika ha sido todo un descubrimiento que me ha ido cambiado la visión. Me he percatado de lo importante que es bajar al cuerpo y vivir la experiencia para poder integrar todo lo que estás viviendo. Darme cuenta de esto fue como aprender un nuevo código desde dónde vivir. Es, sencillamente, otra manera de vivir. He recuperado algo que había perdido: la alegría del movimiento. Ahora puedo disfrutar del gozo de saltar, de bailar y de moverme. La música me emociona y me llena. De hecho después de llevar un año con Mayéutica me dije: «Me voy a comprar una cadena musical ¡que suene de puta madre!» Y este fue mi regalo de navidad. Ahora necesito tener música para poder bailar y que me entre en el cuerpo.
A la vez tengo la sensación de que no hay nada nuevo. Es decir, que lo que te da Mayéutika es la posibilidad de recuperar lo que perdimos en algún lugar de nuestra vida. Porque cuando eres niño bailas, ríes, juegas con la vida y con las cosas. Y este es otro aprendizaje, no hay sorpresas porque hemos perdido algo que ya era nuestro.
¿Qué le dirías a una persona que está pensando en iniciar el proceso de ciclos de Mayéutika?
Yo le diría lo mismo que me dijeron a mí: Pruébalo sin compromiso. Si no te gusta, no es tu momento, o no es tu camino. Pero sí vas, déjate atravesar y no busques nada. Desde mi experiencia, es el lugar donde vuelves a conectar con un «contigo» muy profundo. Entonces, simplemente lánzate a la aventura de conquistarte a ti mismo. Es una aventura que te supera: ¡No somos nada y está todo por conquistar!