Hoy empiezo a escribir las primeras líneas de este nuevo espacio parecido a los diarios que escribía cuando era pequeña. Lo veo como un regalo para este momento de mi vida. Intervenir en las conversaciones donde se comparten opiniones o reflexiones o se habla de uno mismo, es algo que aún siento que tengo cierta dificultad, de ocupar mi lugar y dejarme ver por el auto juicio, la invalidación, el miedo al qué pensarán… En el mismo grupo en el que estoy de bioenergética, por una parte, me ocurre que en los textos donde leemos la teoría y reflexionamos sobre ella, me motiva y siento muy enriquecedor como podemos aprender y tener este momento de compartir entre nosotros nuestro saber.
Creo que hasta ahora todavía no he opinado en voz alta, y me doy cuenta de cómo a veces pienso algo y estoy tan acostumbrada a quedarme en silencio y validar antes lo que el otro dice que al final no intervengo, me quedo como una espectadora y me quedo en silencio escuchando a los demás y sintiéndome en resonancia con algunas de las aportaciones que hacen.
Es una sensación habitual en mí, en los grupos, y hay un deseo de ser más participativa, lo que he ido aprendiendo por la experiencia en diferentes grupos, que necesito una confianza que, aunque aparentemente pueda haber en los momentos de la práctica corporal, en la expresión desde la palabra, me bloqueo si no hay dentro de mí esa sensación de sentirme segura más allá de que la mente sepa que es un lugar seguro. Por otro lado, también me acepto en mi silencio y no quiero forzarme. Simplemente quiero ir un poco más allá de esa no participación y no quedarme solo en una actitud más pasiva.
Esa actitud menos participativa, refuerza el sentirme menos integrada de lo que me gustaría y de que los vínculos no sean más profundos por no mostrar lo que pienso o siento en esos momentos de relacionarnos.
Así que siento que este puede ser otro paso para darle un poquito más de salida a esa voz interior que muchas veces se queda a medio camino.
Anabel
