Este tipo de masaje no busca nada pero mediante enraizamiento y presencia, en una meditación de a dos surgida desde el corazón, con suavidad y dulzura, propone dar espacio para que espontáneamente se suelten las emociones bloqueadas en chacras, órganos, musculatura y meridianos… vaciándonos de acumulaciones energéticas del pasado nos abrimos a la posibilidad de vivir plenamente el presente, como canales energéticos abiertos a la vida, a sentir…, y no como acumuladores o «pilas» cargadas de energías pasadas. Gracias a este proceso podemos poco a poco relajar profundamente nuestro cuerpo y desde ese estado de base poder explorar todos los matices de la vida, todos los niveles de energía. Realizado desde la presencia y la no intención, este masaje da espacio para que se manifieste lo que realmente es y se mueva aquello que está estancado.
Si somos sutiles con el lenguaje, tampoco es que se trate realmente de un masaje, al menos en las concepciones tradicionales de un masaje, es decir la aplicación por parte de una persona sobre otra de técnicas manuales sobre su cuerpo. Parto de la base que este tipo de proceso no sólo es un masaje, sino que puede abrir la puerta a la profundización o al inicio de la transformación de las personas y de su vida. Cuando damos un masaje, y tocamos una espalda por ejemplo, tenemos que ser conscientes que no sólo tocamos una espalda, sino que estamos interviniendo muy profundamente en el ser que tocamos y puede estar cambiando no sólo el cuerpo, sino toda la vida de esa persona.
No es estrictamente una terapia porque no se trata de sanar, pues tal vez no haya nada que sanar, sino simplemente dar espacio para que se manifieste lo que tiende a ser en el continuo movimiento de la vida, sin trabas ni bloqueos que lo impidan. Para ello partimos de la asunción total de lo que hay aquí y ahora y de todo lo que es tal cual es y se manifiesta.
No es tampoco un camino de desarrollo o crecimiento personal, porque no vamos a ser mejores ni más grandes después, ni éramos peores o más pequeños antes. Esta visión progresiva de la vida tampoco nos resulta útil. Y no se trata de un proceso estrictamente personal, pues el viaje en el que estamos inmersos es a la vez personal, de a dos durante el masaje, de grupos, social, planetario…
Entonces, ¿de qué se trata? Haciendo un esfuerzo por poner palabras a lo espontáneo, a lo indefinible, porque cada masaje es único e irrepetible, el masaje bioenergético da espacio para que se manifieste lo que realmente es y se mueva aquello que está estancado, a través de una meditación de a dos realizada desde la presencia y la no intención entre la persona que «recibe» y la que «da». Esta última distinción tampoco es estrictamente cierta, pues ambos reciben y dan, ambos viven el proceso y resuenan en lo que se produce durante el masaje.
Vicen Montserrat